miércoles, 26 de octubre de 2011

¡Hay muchos “ciro castillo” esperando¡


Nadie les dijo anda. Solitos llegaron uno a uno, arequipeños de buen corazón y de distinta condición social; sin duda un fiel reflejo del sentimiento que miles de peruanos identificados con la búsqueda de una familia sin parangón en la historia republicana. Llegaron a la sede de la Morgue de la Ciudad Blanca. El rito era parecido, mucha curiosidad por quien llegaba a la espontánea manifestación; tal vez queriendo reconocer a un amigo o familiar, otro grupo de ellos, identificando en que lugar poner el clavel blanco que llevaban en la mano. La cerca fue un buen lugar
Dentro de dolor de miles, una grata muestra de solidaridad tan grande como el majestuoso Misti que vigilaba con quietud a su pueblo amoroso por joven capitalino, una vez más Arequipa daba el ejemplo. Hasta hubo llanto y gritos de justicia para Ciro. Esta escena doblegó la entereza de un padre amoroso, un ejemplo, un ícono. No pudo más el Doctor Castillo y dejó escapar unas lágrimas, aguantadas por 700 días, y otra vez ese nudo en la garganta de los que lo veían y admiraban. No lo hubiera querido así pero su fortaleza e inmenso amor, lo hacen a todas luces ser distinguido como el “Hombre del año”.
El calor, la solidaridad y el hallazgo del cuerpo trajeron el luto. Y es que el luto es un proceso que debe vivir todo aquel que ama, que sufre la muerte de un ser querido, un amor de toda la vida o la pérdida de un trabajo. Y qué, es un derecho. Un derecho que cientos de peruanos aún no pueden disfrutar y aguardan mirando por la ventana de la casa, en el campo, entre la frondosa vegetación de la selva, en un asentamiento humanos, en la ladera de un cerro pelado o polvoriento, la llegada del hijo perdido.
Entender el drama de la familia Castillo Rojas, es entender el dolor de muchos peruanos desaparecidos en un guerra interna que desangró el país y que no puede cicatrizar porque no tiene a sus muertos a quien velar, llorar, y lo que es peor, con la eterna esperanza que un día retornará y todo será igual. Por Dios, es acaso eso justo. Hay miles de “ciros” perdidos en las pampas y otros lugares donde los alzados en armas y las fuerzas del Estado secuestraron, asesinaron y desaparecieron, y pese a que pasaron miles de días, millones de horas, aun no retornan. ¿Qué estamos haciendo por ellos?

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