lunes, 9 de agosto de 2010

Javier Darío Restrepo: "La ética no es una colección de reglamentos, es un deber ser"


Hace unos meses entrevisté a Javier Dario Restrepo, maestro de ética periodística de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que preside el Premio Nobel de Literatura 1982 Gabriel García Márquez, quien entre muchas cosas, aseguró que si un medio de comunicación no se autorregula, siempre habrá quien lo haga, y que éstos son concientes del peligro sobre todo porque existe la tentación de los gobiernos por ejercer control sobre la prensa. Ante esta eventualidad se suma la autocensura, porque se silencia por miedo o interés; vale decir, el beneficio personal se sobrepone al interés público.

¿Qué debemos entender por ética?
El cómo debe ser de uno como persona, es la ética; el como debes ser tú como profesional, es la ética. La ética siempre pone distancias entre lo que es uno normalmente y lo que aspira a ser. Te señala el camino para ese “debe ser”.
La ética, no es una colección de mandatos, reglamentos o manuales como en el fútbol que se impone reglas. Es un “debe ser” que se traduce en unos códigos de ética que nos recuerdan los valores esenciales. En el caso del periodista ese valor es su compromiso con la verdad; de la misma manera que para el médico, es la vida y para el jurista, la justicia. La ética gira alrededor de ellos.

Entonces, ¿la ética es personal o una opción?
Es personal, porque es el resultado de la decisión de cada persona, no se la puede imponer a alguien como sí se hace con las leyes: Existe una confusión muy frecuente que es creer que lo legal es lo mismo que lo ético. Lo legal se impone desde fuera y la gente lo cumple mientras haya policías a la vista; en cambio lo ético se lo impone uno mismo, producto de su propia convicción. No tiene policía, el policía lo lleva dentro, y es la conciencia.

Sin duda, lo legal ayuda, por eso tenemos que muchos medios de comunicación cuentan con un Código Ética. ¿Esa es la idea?
El código como tal no puede tener fuerza legal, es simplemente un memorando que siempre va a estar recordando. Es como una brújula porque siempre te marca el norte, eso es todo lo que hace, los códigos son los mismos. El valor principal es éste, cualquiera que sea el Código de Ética en todo el mundo, siempre estará centrado en la búsqueda de la verdad.

¿Qué diferencias y similitudes encuentra entre los conceptos: autorregulación y autocensura?
Es bueno hacer una diferenciación porque hay muchas confusiones sobre eso. La autorregulación son las reglas que uno se da a sí mismo para tener un desempeño profesional excelente. Hay reglas muy singulares; por ejemplo, en el manual de estilo del diario El País de Madrid, el boxeo no es noticia, salvo que sea una tragedia que permita demostrar que éste es un deporte salvaje. El Washington Post no publica nada que no haya sido comprobado. Se autorregulan para hacer un mejor trabajo.
La autocensura, es otra cosa completamente distinta, Hay autocensura cuando se silencia por miedo o por interés, bien sea porque intervinieron intereses para no decir o para decirlo de determinada forma.
La autorregulación es por el contrario cumplir bien con los deberes y con la gente, mediante reglas que uno adopta. Son antónimos.

Usted es un periodista de amplia experiencia, ¿siente que el término censura ha evolucionado con el tiempo?
Sí, ha cambiado la forma de hacerla, pero ella se mantiene, y digo que cambió porque hubo tiempos muy primitivos en que los gobiernos que querían controlar la información mandaban censores que llegaban con plumón y tijeras y decidían qué iba y qué no, todo ello respaldado por la fuerza, y si no cumplías te cerraban el periódico.
Lo que sí se mantiene hasta nuestros días es su forma mas brutal, que es el asesinato, o volver la vida imposible a los periodistas, meterlos en la cárcel.
Hay una forma más sofisticada o sutil, que obedece a cierto pudor democrático, porque está mal visto que un gobierno esté censurando, Por ejemplo, la más común es a través de la publicidad estatal. Si te portas bien te dan todo y si no, te dan poco o nada. Esa es la más frecuente en los distintos gobiernos. También hay otra censura que consiste en no dar información. Vale decir, vedar el libre acceso a la información.

Ignacio Ramonet plantea en su libro "La Tiranía de la Comunicación" que ahora la censura se da por exceso de información y que el usuario no se da cuenta qué es lo que falta. ¿Qué concepto le merece esa apreciación?
Es lo que está sucediendo en la televisión. Siempre se les pide a los redactores dar noticias en 30 segundos, al final los televidentes escucharon 30 noticias, pero no entendieron mucho. De ahí lo que señala Ramonet en otro de sus libros al igual que Sartori. “ver no es entender; oír que pasó no es entender lo que pasó”, y ese es uno de los problemas que tendrán que solucionar los medios impresos porque lo propio de ellos es hacer entender lo que en el instante mismo fue difundido en la radio o la televisión.

¿Acaso no resulta peligroso, que muchas personas se creen opinión a partir de titulares de los diarios colgados en los quioscos?
El informarse únicamente a partir de titulares y resúmenes o bajadas de los diarios es una tendencia actualmente. Y cuando el medio impreso se propone copiar a la televisión –que también es otra tendencia- contrae los mismos defectos. La TV tiene un enorme problema, yo diría que es una especie de maldición en materia de información; que sólo le habla al ojo y al oído, no a la inteligencia. Eso significa que es una visión muy superficial acerca de los hechos. En la medida que sean concientes de eso y que se desprendan de la tiranía de los sentidos para entrar en el reposo, serenidad y profundidad de la inteligencia, análisis y la misma imaginación creadora, la información será mucho mejor.
Esto tiene consecuencias muy dañinas. Una de ellas es que gente mal informada es gente fácilmente manipulable por la publicidad, particularmente la que ejerce los gobiernos y políticos. Cada vez la política se centra más en información sumaria, es decir cosas muy breves, ya no es el discurso de las plazas sino las cuñas publicitarias.

¿Cuál es el medio de comunicación por excelencia para informarse mejor?
La conversación cara a cara, y me parece además que el medio impreso, en cuanto que este medio hace pensar. La radio a su vez tiene un inmenso poder porque te habla al oído, y cuando una persona te habla al oído, introduce un elemento de cierta intimidad y confianza, o sea llegas a la conciencia de la gente. Esa es la importancia de la radio y la razón de su perdurabilidad. Recuerda que cuando llegó la televisión muchos esperaban la muerte de la radio y aún hay quienes siguen esperando.
La radio ha evolucionado a partir de los que son sus grandes fortalezas, y esa es llegar al oído de la gente y a través del oído crear en su conciencia una realidad sonora.

¿Qué retos cree Ud., que plantean las nuevas tecnologías a los periodistas y qué papel juegan los medios de comunicación?
Ante la aparición de nuevas tecnologías yo veo dos reacciones: Una primera, de los catastrofistas que ante la aparición de la TV anunciaron el fin de la radio y de los medios impresos, ahora hacen lo mismo y señalan que Internet, absorberá todo.
La otra visión es de quienes ven una complementariedad entre las distintas tecnologías. La radio, prensa y TV se enriquecieron con la Internet. No hubo absorción sino una complementariedad, y eso depende mucho de las personas: que éstas tengan ductilidad y creatividad para encontrar las relaciones que existen entre unos y otros avances tecnológicos. El futuro es eso, un acercamiento y un enriquecimiento de las mismas.
Por ejemplo en los diarios casi no se visita las salas de archivo porque éste ya está en el computador, es un enorme auxiliar para cruzar datos, sobretodo en el periodismo de investigación. Ya no se gasta tanto esfuerzo para localizar fuentes y documentos porque que esto se lo ofrece la Internet.

¿Qué hay de la capacidad de los profesionales?
Primero deben manejar estos medios y luego ser obedientes a las exigencias de una mayor información que le llega y demanda la gente. Esto implica una permanente actualización. Si hay algo apasionante en el periodismo es que nunca se termina de aprender.

viernes, 16 de julio de 2010

La magia de los 43


Nací la tarde del 16 de octubre de 1966, veinticuatro horas antes de un fatal terremoto que cobró la vida de más de 100 peruanos. Muchas veces me pregunto si este acontecimiento marcó mi temperamento. Cuarenta y tres años pasaron y los recuerdos que guardo de niño, y aunque escasos, son significativos.

Provengo de una familia numerosa. Soy el séptimo de doce hermanos, todos vivos. Mi padre es Don José Mejía Arias, mecánico jubilado y viejo sindicalista de la recordada comunidad industrial de la fábrica Donofrio. Mi madre es Luisa Tabarné, quien sólo se dedicó a criarnos.

Mi primer contacto con los estudios se remonta a 1973, cuando ingresé a la Escuela Primaria 3030, posteriormente pasé al nivel secundario en el Colegio Nacional Mixto San Martín de Porres, donde hice amigos que aún frecuento.

El tiempo pasó y la dictadura militar quedó atrás. Ya en democracia ingresé a la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, donde me formé como periodista, una pasión que la vivía años cuando participaba en el círculo de periodismo “Nuevo Amanecer” de mi barrio. Pero mi primer contacto serio con la prensa se remonta a 1997. Ese año, junto a Martha Chauca y Jorge Rochabrunt, sacamos al aire el Programa Alternativa Cultural, una revista que buscaba rescatar los valores de los grupos emergentes de Lima, invisibilizados por la prensa masiva. La propuesta estuvo al aire una semana a través de Radio Star.

Luego pasé por la Revista Globo, el diario Idolo, y hasta trabaje como reportero de RBC Televisión. Pero mi pasión llegó en 1993, cuando ingresé a trabajar a la Coordinadora Nacional de Radio (CNR), donde me especialicé en producción radial y pude realizar labores de capacitador en un gran número de ciudades del país, desde los Andes hasta la Amazonía. Esta experiencia me permitió conocer mi país, y del dolor que vive. Sin duda, convivir con las comunidades nativas y campesinas te cambia la vida.

Otro hermoso recuerdo es mi participación en la Red de Emisoras por la Democracia, la cual ayudó a publicitar la recordada Marcha de los Cuatro Suyos, que contribuyó con la huida y renuncia por fax de ex dictador Alberto Kenya Fujimori Inomoto. Fue una jornada hermosa, no sólo porque hacíamos periodismo, sino porque construimos la historia, en la calles. Cómo olvidar las 4 horas de transmisión ininterrumpida que me tocó realizar el 27 de julio del 2001, junto a Lisseth Horna y Marco Rumichi de radio Cutivalú, desde el estrado principal ubicado en el Paseo de los Héroes Navales. Ver ese mar humano fue algo que quedó fijo en mi retina, y qué decir de la humareda y los gases que tuve que tragar al otro día, en que juramentó el sátrapa. Nada me dolió, ni ser herido por una bomba lacrimógena, disparada por asesinos vestidos de policías que por dos centímetros no acaban con mi vida o mis ojos.

Ya en el hospital conocí al valiente Aldo Gil Crisóstomo, quien perdió un ojo y a quien el Perú le tiene una deuda enorme. Ni el premio “Defensores de la Democracia” entregado a CNR por esta cobertura y apuesta democrática, en Palacio de Gobierno, puede llenarme de alegría más de la que tengo al ver a mis hijos sonreír en libertad.

Otro momento importarte es mi matrimonio, el compartir quince años de mi vida al lado de un gran mujer: Marisol Magallanes, quien me dio dos hijos: Renato Alejando (12) y Álvaro Mauricio (9), por quienes escribo estás líneas.

Más desfilo, más patriota soy...


Es cosa de locos, creer que la única oportunidad para mostrar nuestro amor y respeto a la patria es en julio. O sea que quienes acabamos el colegio hace años, también debemos desfilar para demostrar nuestra peruanidad...

Considero que el orgullo de ser peruano no se demuestra simulando conductas militares. Además el colegio no es un cuartel menos una cárcel, es una lugar de formación integral. Hay que decirle adiós a esa concepción de escuela cuartel o prisión.

Por ejemplo, debería evitarse las formaciones, sobre todo los días de intenso calor o frío y menos aún con garúa. La humedad en Lima muchas veces alcanza el 98 por ciento. Al final ¿Quién paga los efectos de la radiación solar o la humedad del invierno? El pobre alumno. ¿Acaso eso lo hace más patriota?

A todo esto, ¿Qué dicen los escolares? Alguien les preguntó.